lunes, 3 de febrero de 2025

RESEÑA DEL ENTIERRO PREMATURO DE EDAGR ALLAN POE

 



RESEÑA DE: EL ENTIERRO PREMATURO DE Edgar Allan Poe

Escritor y poeta estadounidense

MUERTO ANTE DE MORIR 

Publicado: 03 de febrero del 2025

La presente reseña está basada en la obra literaria “El Entierro Prematuro” es un cuento escrito por Edgar Allan Poe, El cual está inspirado en acontecimientos reales. Célebre escritor, poeta, editor y crítico literario estadounidense nacido en 1809 y fallecido en 1849. Poe es ampliamente reconocido por sus relatos de terror y misterio, los cuales exploran los miedos más profundos del ser humano. Como objetivo principal esta reseña va a analizar el miedo que transmite esta obra, centrada en una de las preocupaciones más comunes en la época de Poe: la posibilidad de ser enterrado vivo. A lo largo del relato, el autor narra con maestría el horror de convertirse en una de las víctimas de este destino aterrador. Publicado en 1844, El entierro prematuro refleja un contexto histórico inquietante, marcado por la incertidumbre médica del siglo XIX. 

En aquella época, las prácticas médicas eran limitadas y los diagnósticos de muerte, muchas veces erróneos, provocaban que algunas personas fueran sepultadas aún con vida. El cuento evoca frustración, angustia y misterio, llevando al lector a preguntarse: ¿Qué haría yo en una situación así? Este relato explora uno de los mayores miedos de la época victoriana: la posibilidad de ser enterrado vivo. 

El narrador, quien sufre de catalepsia—una condición que lo deja inmóvil y con signos de muerte aparente—vive con el constante temor de ser sepultado antes de tiempo. Su obsesión lo lleva a tomar medidas extremas, como diseñar una tumba con mecanismos de escape para evitar este destino aterrador. Poe nos presenta a un protagonista profundamente obsesionado con la idea de ser enterrado vivo, hasta el punto de padecer una angustia psicológica extrema. 

En el relato, se menciona cómo este personaje manda a remodelar la cripta familiar para asegurarse de que, en caso de ser Autor: Yeiser Wilfredo Fernández Fernández. sepultado prematuramente, pueda escapar. Su miedo es tan intenso que se convierte en el eje de su existencia. Como el propio Poe describe en el cuento: “El verdadero espanto es ese estado en que el alma humana, luchando en vano por liberarse de la oscura sombra de la muerte, se siente enterrada viva en su propia desesperación.” “El miedo a la muerte” es el tema central de la obra, pero Poe no solo lo presenta desde una perspectiva física, sino también psicológica. 

El protagonista no teme únicamente al entierro en sí, sino a la aterradora posibilidad de estar consciente dentro de una tumba, sin escape posible. Recomendaría este cuento no solo una, sino múltiples veces. Es una obra fascinante para los aficionados del terror que buscan experimentar sensaciones intensas de angustia y horror. La capacidad de Poe para sumergirnos en el pánico irracional de ser enterrado vivo demuestra su genialidad. Finalmente como crítico, lo que más me impactó fue el poder de la mente humana, capaz de crear ilusiones tan vívidas que se transforman en realidades aterradoras. El “entierro prematuro” no solo supera las expectativas del lector, sino que se convierte en una experiencia inolvidable dentro de la literatura de terror. 

Autor: Yeiser Wilfredo Fernández Fernández. 

Referencias Bibliográficas: El entierro prematuro: https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/EL%20ENTIERRO%20 PREMATURO.pd

lunes, 6 de mayo de 2019

Cuento: Luis Pies de Juan Bosch

Juan Bosch
(República Dominicana, 1909-2001)
Luis Pie
(Cuentos escritos en el exilio, 1962)

      A eso de las siete la fiebre aturdía al haitiano Luis Pie. Además de que sentía la pierna endurecida, golpes internos le sacudían la ingle. Medio ciego por el dolor de cabeza y la debilidad, Luis Pie se sentó en el suelo, sobre las secas hojas de la caña, rayó un fósforo y trató de ver la herida. Allí estaba, en el dedo grueso de su pie derecho. Se trataba de una herida que no alcanzaba la pulgada, pero estaba llena de lodo. Se había cortado el dedo la tarde anterior, al pisar un pedazo de hierro viejo mientras tumbaba caña en la colonia Josefita.
       Un golpe de aire apagó el fósforo, y el haitiano encendió otro. Quería estar seguro de que el mal le había entrado por la herida y no que se debía a obra de algún desconocido que deseaba hacerle daño. Escudriñó la pequeña cortada, con sus ojos cargados por la fiebre, y no supo qué responderse; después quiso levantarse y andar, pero el dolor había aumentado a tal grado que no podía mover la pierna.
       Esto ocurría el sábado, al iniciarse la noche. Luis Pie pegó la frente al suelo, buscando el fresco de la tierra, y cuando la alzó de nuevo le pareció que había itranscurrido mucho tiempo. Hubiera querido quedarse allí descansando; mas de pronto el instinto le hizo salir ja cabeza. —Ah... Pití Mishe ta eperan a mué —dijo con amargura
       Necesariamente debía salir al camino, donde tal vez alguien le ayudaría a seguir hacia el batey; podría pasar una carreta o un peón montado que fuera a la fiesta de esa noche.
       Arrastrándose a duras penas, a veces pegando el pecho a la tierra, Luis Pie emprendió el camino. Pero de pronto alzó la cabeza: hacia su espalda sonaba algo como un auto. El haitiano meditó un minuto. Su rostro brillante y sus ojos inteligentes se mostraban angustiados. ¿Habría perdido el rumbo debido al dolor o la oscuridad lo confundía? Temía no llegar al camino en toda la noche, y en ese caso los tres hijitos le esperarían junto a la hoguera que Miguel, el mayor, encendía de noche para que el padre pudiera prepararles con rapidez harina de maíz o les salcochara plátanos, a su retorno del trabajo. Si él se perdía, los niños le esperarían hasta que el sueño los aturdiera y se quedarían dormidos allí, junto a la hoguera consumida.
       Luis Pie sentía a menudo un miedo terrible de que sus hijos no comieran o de que Miguel, que era enfermizo, se le muriera un día, como se le murió la mujer. Para que no les faltara comida Luis Pie cargó con ellos desde Haití, caminando sin cesar, primero a través de las lomas, en el cruce de la frontera dominicana, luego a lo largo de todo el Cibao, después recorriendo las soleadas carreteras del Este, hasta verse en la región de los centrales de azúcar.
       —¡Bonyé! —gimió Luis Pie con la frente sobre el brazo y la pierna sacudida por temblores—, pití Mishé va a ta eperán to la noche a son per.
       Y entonces sintó ganas de llorar, a lo que se negó porque temía entregarse a la debilidad. Lo que debía hacer era buscar el rumbo y avanzar. Cuando volvió a levantar la cabeza ya no se oía el ruido del motor.
       —No, no ta sien palla; ta sien paca —afirmó resuelto. Y siguió arrastrándose, andando a veces a gatas. Pero sí había pasado a distancia un motor.
       Luis Pie llegó de su tierra meses antes y se puso a trabajar, primero en la Colonia Carolina, después en la Josefita; e ignoraba que detrás estaba otra colonia, la Gloria, con su trocha medio kilómetro más lejos, y que don Valentín Quintero, el dueño de la Gloria, tenía un viejo Ford en el cual iba al batey a emborracharse y a pegarles a las mujeres que llegaban hasta allí, por la zafra, en busca de unos pesos. Don Valentín acababa de pasar por aquella trocha en su estrepitoso Ford; y como iba muy alegre, pensando en la fiesta de esa noche, no tomó en cuenta, cuando encendió el tabaco, que el auto pasaba junto al cañaveral. Golpeando en la espalda al chofer, don Valentín dijo:
       —Esa Lucía es una sinvergüenza, sí señor, ¡pero qué hembra!
       Y en ese momento lanzó el fósforo, que cayó encendido entre las cañas. Disparando ruidosamente el Ford se perdió en dirección del batey para llegar allá antes de que Luis Pie hubiera avanzado trescientos metros.
       Tal vez esa distancia había logrado arrastrarse el haitiano. Trataba de llegar a la orilla del corte de la caña, porque sabía que el corte empieza siempre junto a una trocha; iba con la esperanza de salir a la trocha cuando notó el resplandor. Al principio no comprendió; jamás había visto él un incendio en el cañaveral. Pero de pronto oyó chasquidos y una llamarada gigantesca se levantó inesperadamente hacia el cielo, iluminando el lugar con un tono rojizo. Luis Pie se quedó inmóvil del asombro. Se puso de rodillas y se preguntaba qué era aquello. Mas el fuego se extendía con demasiada rapidez para que Luis Pie no supiera de qué se trataba. Echándose sobre las cañas, como si tuvieran vida, las llamas avanzaban ávidamente, envueltas en un humo negro que iba cubriendo todo el lugar; los tallos disparaban sin cesar y por momentos el fuego se producía en explosiones y ascendía a golpes hasta perderse en la altura. El haitiano temió que iba a quedar cercado. Quiso huir. Se levantó y pretendió correr a saltos sobre una sola pierna. Pero le pareció que nada podría salvarle.
       —¡Bonyé, Bonyé! —empezó a aullar, fuera de sí; y luego, más alto aún:
       —¡Bonyéeeee!
       Gritó de tal manera y llegó a tanto su terror, que por un instante perdió la voz y el conocimiento. Sin embargo siguió moviéndose, tratando de escapar, pero sin saber en verdad qué hacía. Quienquiera que fuera, el enemigo que le había echado el mal se valió de fuerzas poderosas. Luis Pie lo reconoció así y se preparó a lo peor.
       Pegado a la tierra, con sus ojos desorbitados por el pavor, veía crecer el fuego cuando le pareció o ir tropel de caballos, voces de mando y tiros. Rápidamente levantó la cabeza. La esperanza le embriagó.
       —¡Bonyé, Bonyé —clamó casi llorando—, ayuda a mué, gran Bonyé; tú salva a mué de murí quemá!
       ¡Iba a salvarlo el buen Dios de los desgraciados! Su instinto le hizo agudizar todos los sentidos. Aplicó el oído para saber en qué dirección estaban sus presuntos salvadores; buscó con los ojos la presencia de esos dominicanos generosos que iban a sacarlo del infierno de llamas en que se hallaba. Dando la mayor amplitud posible a su voz, gritó estentóreamente:
       —¡Dominiquén bon, aquí ta mué, Luí Pie! ¡Salva a mué, dominiquén bon!
       Entonces oyó que alguien vociferaba desde el otro lado del cañaveral. La voz decía:
       —¡Por aquí, por aquí! ¡Corran, que está cogió! ¡Corran, que se puede ir!
       Olvidándose de su fiebre y de su pierna, Luis Pie se incorporó y corrió. Iba cojeando, dando saltos, hasta que tropezó y cayó de bruces. Volvió a pararse al tiempo que miraba hacia el cielo y mascullaba:
       —Oh Bonyé, gran Bonyé que ta ayudan a mué...
       En ese mismo instante la alegría le cortó el habla, pues a su frente, irrumpiendo por entre las cañas, acababa de aparecer un hombre a caballo, un salvador.
       —¡Aquí está, corran! —demandó el hombre dirigiéndose a los que le seguían.
       Inmediatamente aparecieron diez o doce, muchos de ellos a pie y la mayoría armada de mochas. Todos gritaban insultos y se lanzaban sobre Luis Pie.
       —¡Hay que matarlo ahí mismo, y que se achicharre con la candela ese maldito haitiano! —se oyó vociferar.
       Puesto de rodillas, Luis Pie, que apenas entendía el idioma, rogaba enternecido:
       —¡Ah dominiquén bon, salva a mué, salva a mué pa lleva manyé a mon pití!
       Una mocha cayó de plano en su cabeza, y el acero resonó largamente.
       —¿Qué ta pasan? —preguntó Luis Pie lleno de miedo.
       —¡No, no! —ordenaba alguien que corría—. ¡Dénles golpes, pero no lo maten! ¡Hay que dejarlo vivo para que diga quiénes son sus cómplices! ¡Le han pegado fuego también a la Gloria!
       El que así gritaba era don Valentín Quintero, y él fue el primero en dar el ejemplo. Le pegó al haitiano en la nariz, haciendo saltar la sangre. Después siguieron otros, mientras Luis Pie, gimiendo, alzaba los brazos y pedía perdón por un daño que no había hecho. Le encontraron en los bolsillos una caja con cuatro o cinco fósforos.
       —¡Canalla, bandolero; confiesa que prendiste candela!
       —Uí, uí —afirmaba él haitiano. Pero como no sabía explicarse en español no podía decir que había encendido dos fósforos para verse la herida y qué el viento los había apagado.
       ¿Qué había ocurrido? Luis Pié no lo comprendía. Su poderoso enemigo acabaría con él; le había echado encima a todos los terribles dioses de Haití, y Luis Pie, que temía a esas fuerzas ocultas, no iba a luchar contra ellas porque sabía que era inútil!
       —¡Levántate, perro! —ordenó un soldado.
       Con gran asombro suyo, el haitiano se sintió capaz de levantarse. La primera arremetida de la infección había pasado, pero él lo ignoraba. Todavía cojeaba bastante cuando dos soldados lo echaron por delante y lo sacaron al camino; después, a golpes y empujones, debió seguir sin detenerse, aunque a veces le era imposible sufrir el dolor en la ingle.
       Tardó una hora en llegar al batey, donde la gente se agolpó para verlo pasar. Iba echando sangre por la cabeza, con la ropa desgarrada y una pierna a rastras. Se le veía qué no podía ya mas, que estaba exhausto y a punto de caer desfallecido.
       El grupo se acercaba a un miserable bohío de yaguas paradas, en el que apenas cabía un hombre y en cuya puerta, destacados por una hoguera que iluminaba adentro la vivienda, estaban tres niños desnudos que contemplaban la escena sin moverse y sin decir una palabra.
       Aunque la luz era escasa todo el mundo vio a Luis Pie cuando su rostro pasó de aquella impresión de vencido a la de atención; todo el mundo vio el resplandor del interés en sus ojos. Era tal el momento que nadie habló. Y de pronto la voz de Luis Pie, una voz llena de angustia y de ternura, se alzó en medio del silencio, diciendo:
       —¡Pití Mishé, mon pití Mishé! ¿Tú no ta enferme, mon pití? ¿Tú ta bien?
       El mayor de los niños, que tendría seis años y que presenciaba la escena llorando amargamente, dijo entre llanto, sin mover un músculo, hablando bien alto:
       —¡Sí, per; yo ta bien; to nosotro ta bien, mon per! Y se quedó inmóvil, mientras las lágrimas le corrían por las mejillas.
       Luis Pie, asombrado de que sus hijos no se hallaran bajo el poder de las tenebrosas fuerzas que le perseguían, no pudo contener sus palabras.
       —¡Oh Bonyé, tú sé gran! —clamó volviendo al cielo una honda mirada de gratitud.
       Después abatió la cabeza, pegó la barbilla al pecho que no lo vieran llorar, y empezó a caminar de nuevo, arrastrando su pierna enferma. La gente que se agrupaba alrededor de Luis Pie era mucha y pareció dudar entre seguirlo o detenerse para ver a los niños; pero como no tardó en comprender que el espectáculo que ofrecía Luis Pie era más atrayente, decidió ir tras él. Sólo una muchacha negra de acaso doce años se demoró frente a la casucha. Pareció que iba a dirigirse hacia los niños; pero al fin echó a correr tras la turba, que iba doblando una esquina. Luis Pie había vuelto el rostro, sin duda para ver una vez más a sus hijos, y uno de los soldados pareció llenarse de ira.
       —¡Ya ta bueno de hablar con la familia! —rugía el soldado.
       La muchacha llegó al grupo justamente cuando el militar levantaba el puño para pegarle a Luis Pie, y como estaba asustada cerró los ojos para no ver la escena. Durante un segundo esperó el ruido.
       Pero el chasquido del golpe no llegó a sonar. Pues aunque deseaba pegar, el soldado se contuvo. Tenía la mano demasiado adolorida por el uso que le había dado esa noche, y, además, comprendió que por duro que le pegara Luis Pie no se daría cuenta de ello.
       No podía darse cuenta, porque iba caminando como un borracho, mirando hacia el cielo y hasta ligeramente sonreído.


martes, 30 de abril de 2019

Décima : El follón de Yamasá


Juan Antonio Alix 
El follón de Yamasá

Siento mucho relatar
lo que al fin relato hoy,
porque ya dirán que soy
amigo de exagerar;
Y el que me ha de murmurar
desde ahora ya sabrá,
que tres pitos se me da
que figuren que es un cuento
lo que pasó en el convento
del pueblo de Yamasá.
Pues un día de la Asunción
estando yo en Yamasá,
vino el cura de Boyá
a celebrar la función.
A mediado del sermón
hubo allí un pelotero
que hasta vino un tal Peguero
que es el jefe del lugar,
queriendo allí disparar
un trabuco naranjero.
Un haíto que por cierto
fue a gozar de la función
se largó allí un follón
que hedía a perro muerto;
yo no diré que es incierto
que estuve al perder el tino,
pues el follón tan dañino
de aquel ahíto infeliz
me picó en la nariz
como un ají montesino.
Del púlpito descendió
de cabeza el reverendo,
y al caer iba diciendo:
«¡Qué peo se han tirado, fo!»
Y al sacristán que le dio
esa brisa tan impura,
dijo «¡fo, y es de asadura,
aquí no lo aguanto yo!»;
y en seguida se tiró
de cabeza tras del cura.
Como el campanero es ciego
al oír la corredera,
sin averiguar siquiera
comenzó a tocar a fuego.
Salió el cura sin sosiego
con la frente en un chichón
gritando más que un lechón
y preguntando igualmente:
«¿Quién ha sido el indecente
que se largó ese follón?»
A una vieja de la Jagua
le tumbaron el pañuelo,
y se vio caer al suelo
una peineta de yagua;
dejaron allí una enagua
por el maldito follino,
que, por tener palomino,
nadie la quiso tocar;
al Alcalde del lugar
le aplastaron el gallino (bombo).
Según la opinión del cura
y del sacristán también,
el follón fue de lerén
de mondongo, o de asadura.
Pronto irá a la sepultura
quien soltó ese marrano,
pues si no se hallaba sano
ese maldito cochino,
no debió en lugar divino
follonear así al cristiano.
Después que aquello pasó
y que fue calmado todo,
dijo el cura del mal modo:
«¡Ese follón me mató!
Pero ahora quiero yo,
en bien de la religión
echarle la excomunión
si no declara al momento,
el que vino a este convento
a largarse ese follón.»
Salió un viejo setentón
hinchado y descolorido,
y al cura dijo: «yo he sido
el que me tiré el follón.
No fue esa mi intención
le digo, Padre bendito,
sepa usted que estoy agito
y creo que no tengo cura,
calcule que es de asadura
que comí cuando chiquito».
El sacristán dijo al cura
saltando y con alegría:
«Mi amo, ¿no le decía
que el follón fue de asadura?»
«Tú tienes razón criatura
son buenas tus condiciones,
rogaré en mis oraciones
al Divino Sacramento,
que no salgas del convento
para que huelas follones.»

sábado, 27 de abril de 2019

DISCURSO DE AGRADECIMIENTO

DISCURSO AGRADECIMIENTO ENTREGA PREMIO MUJER HOY 

Quisiera iniciar estas palabras con un agradecimiento expreso a los organizadores de estos premios, al grupo VOCENTO, líder en el sector de la información en prensa y soporte digital, a TALLER DE EDITORES, una de las más importantes empresas de comunicación, líderes en términos de audiencia y difusión y, a la Revista MUJER HOY, líder en el sector de revistas femeninas con una innegable repercusión social.   

En primer lugar quisiera expresar mi más sincera felicitación a todas las nominadas y, en especial, a Doña. Soraya Sáenz de Santamaría, a Dña. Eugenia Silva y a Dña. Gisela Pulido, todas ellas un claro ejemplo de preparación, esfuerzo y superación personal. 

Este acontecimiento me permite agradecer públicamente el esfuerzo y el apoyo de todas las personas e Instituciones que han hecho posible que pueda estar hoy recibiendo este galardón. En particular quiero hacer una mención especial a mi familia, al Grupo de Investigación en Neuro‐Computación y Neuro‐Robótica, a la Universidad Complutense de Madrid y a todas las instituciones públicas y privadas que han confiado en nuestro trabajo y financiado nuestras investigaciones. Recibo con mucha ilusión este reconocimiento por su significado. Desde hace más de 26 años formo parte de un colectivo de profesores e investigadores de la Universidad Complutense de Madrid. En sus aulas, talleres y laboratorios he trabajado junto a personas con afanes semejantes a los míos y a los que hoy quiero rendir un homenaje.   

En mi trabajo cotidiano pretendo hacer míos los tres objetivos fundamentales de las Universidades que son la investigación científica y técnica, la transferencia del conocimiento y la formación integral. A todos los formadores en los distintos niveles de educación, ya sea en el ámbito institucional o familiar, quisiera hacer extensivo este reconocimiento. 

El segundo fin de las Universidades es la Investigación considerada como la búsqueda intencionada de conocimientos que permiten resolver problemas concretos y que dan lugar al desarrollo de productos y tecnologías. Pues bien, con todos los investigadores de las distintas áreas de conocimiento quiero también compartir este galardón. La transferencia del conocimiento científico y tecnológico, materializado en soluciones al servicio de la Sociedad, es la tercera faceta de las Universidades. La publicación en forma de patentes como medio de transmisión de conocimiento y la comercialización de productos protegidos que reviertan la inversión realizada en nuevos proyectos de investigación es uno de mis objetivos vitales. 

Mi homenaje a todos los científicos y tecnólogos que publican sus hallazgos en forma de patentes, colaborando de esta manera en el desarrollo del Sistema de Innovación. La integración de la mujer a la vida laboral, en igualdad de condiciones, exige la complicidad de todas las instituciones implicadas. Quisiera que este reconocimiento que se hace a mi persona sea extensivo a todos los millones de mujeres que dedican su tiempo, esfuerzo e ilusión, en definitiva, su vida al servicio de la educación, de la investigación y de la innovación. Sin todas ellas la Sociedad actual y el futuro del mundo no sería igual. Las mujeres, desde su posición familiar y su actividad laboral, tienen y aportan valores y conocimientos complementarios que permiten conseguir una Sociedad mejor. Sin más, quiero dedicar este premio a las mujeres que han formado parte de mi vida y a las mujeres docentes e investigadoras que formarán parte de nuestro futuro. Ellas son hoy verdaderamente nuestras protagonistas.

RESEÑA DE OBRA LITERARIA:CIEN AÑO DE SOLEDAD

Cien Años de Soledad

Autor: Gabriel García Márquez
Género: Novelas / Ficción y Literatura / Clásicos Universales / Literatura Latinoamericana
Resumen:
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo...", con estas palabras empieza una novela ya legendaria en los anales de la literatura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes de nuestro siglo.
Cien Años de Soledad es una novela clave en dos aspectos: en el que implica su exitosa aparición dentro del panorama de la literatura contemporánea, y en el que fundamenta el advenimiento de Macondo y la saga centenaria de los Buendía como ámbito de leyenda de referencia ineludible para compulsar la fascinante materia de los mundos novelescos.
Este ya clásico relato combina cada uno de los elementos que lo componen para revelar una dimensión estremecedora del tiempo en que los acontecimientos ocurren y del tiempo en que se narran. Ambos convergen en la plenitud sabia de este relato que avanza y retrocede de acuerdo con precisas y preciosas pautas narrativas, creando una correspondencia gozosa entre el acto de inventar y escribir, y el acto de leer e imaginar una historia, una novela, una renovada y admirable mitología.

Acerca del autor:

Gabriel García Márquez obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1982. Su novela más reconocida internacionalmente es 'Cien años de soledad'.

RESEÑA:EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

El Coronel No Tiene Quien Le Escriba

Autor: Gabriel García Márquez
Género: Novelas / Ficción y Literatura / Literatura Latinoamericana
Resumen:
El coronel no tiene quien le escriba fue escrita por Gabriel García Márquez durante su estancia en París, adonde había llegado como corresponsal de prensa y con la secreta intención de estudiar cine, a mediados de los años cincuenta.
El cierre del periódico para el que trabajaba le sumió en la pobreza, mientras redactaba en tres versiones distintas esta excepcional novela, que fue rechazada por varios editores antes de su publicación. Tras el barroquismo faulkneriano de La hojarasca, esta segunda novela supone un paso hacia la ascesis, hacia la economía expresiva, y el estilo del escritor se hace más puro y transparente.
Se trata también de una historia de injusticia y violencia: un viejo coronel retirado va al puerto todos los viernes a esperar la llegada de la carta oficial que responda a la justa reclamación de sus derechos por los servicios prestados a la patria. Pero la patria permanece muda...
En El coronel no tiene quien le escriba hay una aura de cosas no dichas, de medias luces, silencios elocuentes y milagros secretos, en que se define siempre o que se omite y resalta lo que quiere pasar inadvertido. Un soplo de misterio atraviesa el libro, que apenas tiene cien páginas, pero está envuelto en sombras luminosas. Pocos personajes de la novela latinoamericana seducen tanto como el viejo y maniático Coronel, que terminado el libro vive largo tiempo en la memoria. Es una especie de niño prodigio envejecido, loco y cuerdo, conmovedor y humano, maravillado y tragicómico. Tiene no sólo una personalidad sino un alma.
'El Coronel es una anécdota, pero ante todo un retrato. Nos lleva, no hacia un hecho, sino hacia un personaje, y en última instancia, una visión. (Luis Harss, 'Los nuestros'.)

Reseña de libro


Reseña de: Enfoques didácticos para la enseñanza de la expresión escrita

Cassany, D. (1990). Enfoques didácticos para la enseñanza de la expresión escrita. Comunicación, lenguaje y educación, 2(6), 63-80. En las pagina mencionadas anteriormente de este articulo el autor expone cuatro enfoques didácticos para la enseñanza de la expresión escrita.Aunque,el texto explica directamente aspectos para la enseñanza de la lengua, sin embargo, sus planteamientos sugieren estrategias que están implícitas en los enfoque que describe. Daniel Cassany es un escritor, profesor e investigador universitario español. Licenciado en filología catalana y doctor en filosofía y letras (especialidad didáctica de la lengua), es profesor titular en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), con un perfil de Análisis del discurso. Recuperado de: http://es.wikipedia.org/. Dedicado a la investigación del discurso, el autor perfil intelectual encomiable.

Así que, en esta ocasión la obra reseña es un trabajo de investigación sustentado desde el punto de vista bibliográfico. Con autores y analistas posmodernos. Por tal razón la obra en cuestión es una recopilación bibliográfica que recoge de manera explícita y precisa las concepciones que explican cómo proceder para la enseñanza de la lengua en su forma escrita.

De ahí, en este artículo el autor se propone esbozar a grandes rasgos los cuatro enfoques metodológicos con que puede enseñarse la expresión escrita. La superestructura del artículo recoge los siguientes aspectos: conceptos, historia, procedimientos, métodos y estrategias que definen los enfoques basado en las Gramaticales funciones, los procesos  y el contenido.

En primer lugar, explica las implicaciones del enfoque basado en la gramática para la  enseñanza de la expresión escrita. De ahí que este enfoque sugiere que para enseñar la forma escrita de la lengua debes dominar la gramática de la lengua (estructuras, reglas, combinaciones), pasando desde la lingüística del texto hasta el estructuralismo. En segundo lugar, explica en el enfoque basado en funciones: valiéndose de sus pioneros (Wittgestein, Austin y Searle), proponiendo que la enseñanza de la lengua desde el punto de vista funcionar se fundamenta en la necesidades comunicativas de los alumnos. En tercer lugar, hace mención del enfoque basado en el proceso: destacando que en el aula el énfasis debe ponerse en el escritor, en el alumno y no en el texto escrito. Así que cada alumno debe desarrollar su propio estilo.
Finalmente, explica el enfoque basado en contenidos. Aquí la supremacía del contenido se superpone a la forma. Por tal razón las estrategias para el aprendizaje de la redacción de este enfoque sugieren que los alumnos se centren en la lectura de textos, análisis de tesis, los argumentos y búsqueda nueva de información.
Como dije anteriormente, aunque el texto no sugiere directamente estrategias para la enseñanza de la lengua, sin embargo, la forma tan coherente y magistral de exponer estos enfoques sugieren la extracción de ideas y estrategias que faciliten la enseñanza del español.

RESEÑA DEL ENTIERRO PREMATURO DE EDAGR ALLAN POE

  RESEÑA DE: EL ENTIERRO PREMATURO DE  Edgar Allan Poe Escritor y poeta estadounidense MUERTO ANTE DE MORIR  Publicado: 03 de febrero del 20...